Junio es uno de los meses más temidos del año por los estudiantes, quienes o se enfrentan a la selectividad o tienen los exámenes de fin de curso por delante. En esta situación los nervios siempre aparecen. Una ansiedad que para algunos se convierte en un auténtico problema.
Según coordinadora del Gabinete de Orientación Educativa de la Universidad Francisco de Vitoria, Florencia Poy, este estrés tiene que ver con la manera en que cada persona valora o interpreta la situación a la que se ve sometida. Para esta psicóloga “la ansiedad no viene provocada por un examen en sí, sino por las consecuencias que cada alumno deriva de ello”. Por ejemplo, en el caso de un estudiante que necesite obtener una matricula para mantener una beca el pensar que no sacará la nota, y por tanto perderá su beca, es lo que le provoca que su nivel de estrés crezca y acabe convirtiéndose en ansiedad.
Son varios los síntomas que denotan que una persona está atravesando un proceso de ansiedad. En un plano mental aparece la preocupación extrema, un sentimiento de inferioridad o la desconcentración. En un nivel fisiológico esta situación de estrés se manifiesta en sequedad de boca, opresión en el pecho, respiración agitada o dolor de estómago. En un plano conductual algunos de los síntomas más comunes son la falta de apetito o comer en exceso, tartamudeo, hablar rápido, responder sin reflexionar o la risa nerviosa.
Sin embargo, el estrés, si se sabe manejar, puede resultar beneficioso. Según Florencia Poy no es otra cosa que energía que nos ayuda a ponernos en marcha. En el campo de la psicología la ley de Yerkes y Dodson describe la relación que existe entre ansiedad y rendimiento y establece que el rendimiento óptimo se obtiene con niveles medios de activación. De hecho, los deportistas cuando van a competir suelen obtener mejores resultados si su estado de ansiedad es más elevado de lo habitual.
El problema surge cuando el estrés se vuelve incontrolable, provocando desasosiego y sufrimiento. “En este caso se convierte en un inhibidor del rendimiento, entorpeciendo la capacidad de atención y concentración”, comenta la psicóloga.
El primer paso para manejar la ansiedad es detectarla. “Esto, aunque parezca sencillo, no siempre lo es. Aprender a observar nuestro estado anímico resulta una tarea muy importante”, asegura Poy.
Lo siguiente es aprender a gestionar las emociones, para lo que es necesario saber que toda persona se mueve en los planos mental, fisiológico y conductual. “En la mayoría de las ocasiones nos empeñamos en modificar nuestra conducta y nos olvidamos de la verdadera raíz del problema que se encuentra en el plano mental y emocional”, aclara la coordinadora del GOE.
“La planificación y organización del tiempo es la mejor medida de prevención de la ansiedad y el estrés en época de exámenes”, asegura la experta. Conocer lo que se puede abarcar es fundamental, porque cuando se intentan realizar más tareas de las posibles surge un sentimiento de preocupación y angustia que perjudica la capacidad de concentración.
Otros consejos para controlar el estrés son realizar ejercicio físico, ya que libera endorfinas, no abusar de estimulantes como la cafeína, dormir siete u ocho horas todas las noches y tener una alimentación sana y equilibrada. Si se come algo entre horas los frutos secos son una buena opción ya que contienen azúcares de liberación lenta lo que beneficia la concentración.
Muchas personas que se ven superadas por la ansiedad recurren a los tranquilizantes. Sin embargo, existen una serie de técnicas como la respiración abdominal, la relajación muscular progresiva de Jacobson o la relajación por inducción de Schultz que resultan efectivas y de fácil aplicación. Para Florencia Poy cualquier medida médica debe ser acompañada por “un trabajo psicológico, debido a que la medicación podrá solucionar de forma momentánea el problema pero no de manera definitiva”.
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